martes, 31 de julio de 2007

I

Miro el reloj y son las 12:49am. Me muero de sueño, pero no quiero dormir, al menos esta noche no. Ha pasado tanto tiempo y sigo en las mismas. Depresión, tristeza, melancolía, recuerdos de mejores tiempos, los que ya se han ido, de quienes ya se han ido también...

Me levanto de la cama, en la cual he estado postrado por horas enteras, quizás dias, y tomo un cigarro. Siento que voy a vomitar, pero lo contengo.


Lo enciendo. Me sabe horrible. Ya no fumaba. Pero lo sigo fumando, soportando más el horrible sabor a cancer que el dolor de la nostalgia... Y vienen a mi mente pedazos de memoria, los malditos demonios de la memoria...

¿Qué me ha pasado? ¿En qué fallé? ¿Estoy condenado? Y miles de preguntas más inundan mi cabeza, mientras el humo del cigarro me aturde y me da náuseas, de nuevo. Miro al piso, sentado a la orilla de la cama. No siento las piernas. Llueve afuera y no me molesta. La oscuridad es casi total, salvo la brasa del cigarro a punto de morir. Veo las siluetas de la habitación; una televisión vieja blanco y negro, un intento de mueble para la tele, el librero repleto de libros amarillentos, polvosos... Sé que en algún lado hay una silla, pero no la ubico en ese momento.

La garganta me pide a gritos algo de beber, pero sé que no hay nada más que alcohol. Penosamente me incorporo, arrastro los despojos de lo que pudiera ser una persona hacia el intento de mueble, me arrodillo y alcanzo una botella de quién sabe qué. Bebo. Bebo hasta saciarme. Enormes goterones se escurren por la comisura de mis labios, derramándose en mi pecho. No puedo más. Estallo en llanto. Sólo se escucha el "buuuuujujujujuuuuuuu" ahogado de mi llanto infantil, creado irónicamente por mis recuerdos de la infancia. Éso y un avión que se me antoja como un trueno. Ha dejado de llover. No me importa, me encanta ver llover. Ahora llueven mis ojos. Quisiera sacarme el corazón y no sentir esta pena, este dolor, esta tristeza, esta...
Seco mi llanto, muerdo mi labio y me incorporo. Me arrastro hacia la ventana. Ladran los perros con suma violencia. Una luz amarilla intenta iluminar la calle mojada. Mi aliento cubre el vidrio de la ventana y me impide ver momentaneamente. Siento que se me escapa la vida en ese suspiro. Aprieto los dientes, los puños, terminan de salir las últimas lágrimas, pero no de tristeza, sino de rabia. Y el llanto quiere regresar, pero lo evito.
He de salir y buscar lo que he perdido: la felicidad. Esa felicidad que sólo en los mejores ayeres pude tener en mis manos, esa felicidad que sólo en esos años era verdadera. Esa felicidad que ahora me evade, me evita y su ausencia me mantiene hundido. No será una empresa fácil recobrarla, encontrarla o quizás robarla. Pero lo intentaré.
El reloj dice 1:04 am.

3 comentarios:

BETO Faithless dijo...

Ahora sí, sorpresa total, gran escrito.

Demonios, cuando uno se identifica con algo es difícil hablar de conclusiones que seguramente el autor ya ha obtenido.

El pasado que parece regresar sin dudar siquiera un poco, retorna y nos hunde. El alcohol, que sólo sirve para exagerar los estados de animo, o para ponernos justo en el contrario: alegría, tristeza de pronto y después, madres, otra vez donde te habías quedado, pero más confundido.

Bueno el mensaje del final; nunca rendirse.

Maestro Karnicero dijo...

Y es la primer parte amigo. Debo aclarar que no es una vivencia 100% personal, ya que en mi cuarto no hay chupe escondido...

Saludos y gracias por el comment.

ABRAHAM MORENO HDEZ dijo...

.... .....

la vida es asi....

pero mi pesimismo obtimista
me ayuda a seguir viviendola....