lunes, 2 de abril de 2012

Mi abuelo murió el 31 de enero del 2012, aproximadamente al medio día.

La noticia me llegó de manos de mi madre por celular, en un momento tenso en el trabajo.

La oí llorando y entendí que ya había sucedido lo inevitable.

"Se nos fue tu abuelito".

Mi abuelo era una persona alegre, platicadora y llena de historias. Sus más de 80 años eran un cúmulo de recuerdos y anécdotas que me llegaba a contar y yo las escuchaba atento.

Mi abuelo venía a casa con una bolsa de dulces en mis cumpleaños, y después también en los cumpleaños de mi hermana. Siempre nos consintió de ésa manera.

Le gustaba tomar tequila, solo. No fueron pocas las veces que tuve la oportunidad de brindar con él. Aunque ahora que lo recuerdo, la última vez fue en mi cumpleaños del 2010. Y sí, me trajo una caja de chocolates Carlos V.

Nunca tuvimos un disgusto. Cuando estuve en Texas, les llamé un par de ocasiones para saludarlos. Se le escuchaba mal, si, pero no al punto de morir. No tan pronto.

Mi abuelo hizo de su vida lo que siempre quiso, se dió los gustos que quiso cuando quizo y así fue felíz. También sufrió por muchas cosas, quizás una de las más importantes, la pérdida de una hija (que, en teoría, tendría un año menos que mi madre).

También tuve la suerte de viajar con él a su natal Veracruz. Dormíamos en una humilde casita que él mismo había construído y en sus terrenos tenía plantío de café. En una ocasión me enseñó cómo cosechar el grano de café, llenamos un par de costales y lo fuimos a vender. Quien sabe, quizás esos granos que coseché se convirtieron en un buen café de "La Finca Santa Vera Cruz".

La última vez que lo vi con vida fue antes de Navidad del 2011. Estuvimos en casa de mis abuelos, platicando y riendo. Le conté mis aventuras en Estados Unidos y me felicitó por ése logro laboral. Se le veía cansado, pero sus ojos reflejaban que aún había energías en él. Desafortunadamente, esa vida que tuvo le cobró la factura.

Insuficiencia respiratoria.

El pasado sábado 31 de marzo de 2012 llevamos sus cenizas a Veracruz. Las sepultamos en el mismo sitio donde se encuentra mi tía Hortensia, su hija.

Mi madre lloró poco. Sabe que, al igual que yo, disfrutamos de su presencia en vida.

Comenzó a llover.



Aprovechamos el viaje para ir al puerto. Tuve sentimientos encontrados, pues apenas el año pasado estuve ahí en plan de vacaciones con una linda chica. De hecho pasamos por el hotel donde nos quedamos aquella vez.

Quería aprovechar el viaje para poder limpiar un poco mi mente, mi alma... deshacerme de una vez por todas de todo aquello que no me deja ser felíz.

Pero creo que no funcionó.



Es triste que las pocas personas que me daban un poco de cordura, empiezan a marcharse.



Ignacio Martínez R. 
1929-2012

1 comentario:

la MaLquEridA dijo...

Hoy también hablo de la abuela pero no de la mía, ella también es un gran ser humano así como tu abuelo, igual sabemos que un día se irá.

Quizás no te has dado cuenta que hay más personas cerca de ti de lo que piensas y que quieren verte feliz.

Te quiero Maestro Karnicero.